Vida y costumbres
En estas tierras la mayoría de sus habitantes compaginaban el trabajo por cuenta ajena, en la mina, fábricas, etc, con las tareas del campo, ganado y agricultura, estas últimas soportadas principalmente por las mujeres.
A continuación, para comprender mejor el esfuerzo de las familias para salir adelante, se describe brevemente la organización social de la vida en aquellos tiempos:
Cada miembro de la familia tenía su misión concreta dentro de la casa. El padre, gran patriarca y jefe familiar, era quien tomaba las decisiones respecto a la hacienda e incluso el futuro de los hijos; era quien enseñaba a éstos en los saberes tradicionales y adquiridos. El padre bendecía la mesa, se le debía tratar de Vd., y sus decisiones tenían que ser acatadas sin discusión.
La madre dependía del marido totalmente. Su vida era sumamente dura, encargada de la casa y de las tareas campestres, de atender a los animales domésticos, largos años de crianza de los hijos,… Pero era ella quien tomaba decisiones y llevaba la casa, obligada en muchos casos por la ausencia del marido si éste trabajaba fuera.
Los abuelos tenían, en sí, hasta la muerte la máxima autoridad de la casa y familia. El anciano, que hasta edades bastante avanzadas seguía trabajando en el campo, era dentro del núcleo familiar la voz de la experiencia, la máxima autoridad, y por ello recibía de sus descendientes un trato un poco privilegiado. La abuela, colaboraba con la madre en las tareas domésticas y en la crianza de los hijos. Ambos en las frías noches invernales, alrededor del fuego de la cocina de leña, narraban a sus nietos tradiciones, leyendas y elementos propios de esta cultura, así como les instruían en las normas de conducta sociales y religiosas.
El hijo debía someterse totalmente a la voluntad de su progenitor; poco atendido en épocas de trabajo, crecía muchas veces solo en la casa. A cierta edad, se le mandaba a aprender a leer y a escribir a la escuela del pueblo. Así estaba hasta los catorce años, edad a la que debía dejar estas actividades, e ir integrándose en las labores agrícolas y cuidado de los rebaños.
En los bailes de las fiestas solía ser donde mozos y mozas se conocían, pasando luego el noviazgo, que duraba años, viéndose los novios a la salida de misa, en la calle, “a vista de la gente”, etc.
Solían existir tretas y momentos que, tradicionalmente, servían para dar algo de intimidad a las parejas, momentos relacionados con tareas propias del campo y de la ganadería.
No solía entrar el novio en casa de los suegros hasta la pedida, en que sus padres iban a casa de los de la novia a tratar el asunto durante la cena, y si había acuerdo entre ambos linajes, los novios podrían unirse. La pareja se casaba vistiendo de riguroso negro, tanto la novia como el novio.
La mujer embarazada, continuaba las labores domésticas e incluso agrícolas hasta poco antes del parto. Tras el parto, la madre del niño, estaba un mes sin salir de casa, mientras que el niño era llevado a la iglesia para bautizarle, a los pocos días de su nacimiento.
Tras la «cuarentena», la mujer iba sola, con una vela a la iglesia, en acto de purificación, tras lo cual podía reanudar su vida habitual.
Cada año, al celebrar el santo o cumpleaños del niño, era costumbre regalarle una «cuelga» ese día, que consistía en una cinta en la que se colgaban rosquillas, dulces, regalos o caramelos.
Cuando ya era mozo, entraba en las «juntas de mozos», alguna de las cuales tenía sus propios estatutos escritos y un firme reglamento establecido, cobrándose cuota. Sus funciones, aparte de organizar bailes y juergas, eran colaborar en las tareas comunales, organizar fiestas, etc.
También la muerte de un convecino, era un acontecimiento en estos pequeños vecindarios. Al difunto lo colocaban en la mejor habitación de la casa, en un ataúd y amortajado. Pasaban por la casa de éste todos los vecinos del lugar a dar el pésame a la familia, quedándose al «velatorio» toda la noche, rezando oraciones por el difunto y también contando chismes, cuentos, etc. Al cumplirse un año de la muerte se celebraba el Cabo de Año, y durante bastante tiempo, sus familiares vestían de riguroso luto.
LABORES DEL CAMPO
Al no ser ésta tierra de montaña ni tampoco llano, hay trabajos que realizar durante todo el año.
Se empezaba en invierno con la preparación de las tierras, arándolas con las vacas para la próxima siembra. En los prados se barrían las hojas y renovaban las sebes (cercas con palos trenzados), etc , para el siguiente año de siega o pasto.
En primavera se realizaba el abonado con estiércol de las tierras de regadío para posteriormente sembrarlas. En ellas se sembraban patatas, alubias, garbanzos, cebollas, remolacha, forraje para los animales… Estos cultivos requerían más tarde trabajos de escardado, entresacado, varios excavados para quitar las malas hierbas y regado.
En junio empezaba el riego de prados y alfalfas, junto con la siega y recogida de la hierba. La recogida de la hierba era una de esas tareas del principio de verano un tanto tediosa, pero necesaria con el fin de almacenar víveres para que los animales pudieran pasar el invierno. Este trabajo era bastante laborioso, pues se empezaba hacia la segunda quincena de Junio segando los prados con la guadaña, dejando la hierba en “marallos”. Una vez terminado de segar el prado, se extendían estos “marallos” con el fin de facilitar el pronto secado de la hierba. Al día siguiente, con un palo se “daba la vuelta” a la hierba para que la de la parte de abajo, más húmeda y verde, secase por un igual. Esto se hacía por lo general dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde y si había suerte, no llovía y calentaba bien el sol, en cuestión de dos o tres días se podía recoger.
Una vez seca, se “atropaba” en grandes “marallos” con el fin de que pasase el carro por el espacio sin hierba, e ir cargando. Después se iba “arrastreando” para que no quedase hierba alguna en el prado.
Al carro se subía alguien, generalmente niño o joven, para pisar la hierba con el fin de que cupiese la mayor cantidad posible. Este debía tener cuidado de no caerse del carro, o de que no lo tirasen las vacas, que al estar en este tiempo excesivamente acosadas por las moscas y moscones solían dar “cabezadas” provocando que se moviese todo el carro.
Una vez cargado se echaban las “sogas”, unas gruesas cuerdas, que sujetas en la parte trasera del carro, se lanzaban hacia la parte delantera tratando de sujetar la hierba cargada.
Aquí era cuando la cuadrilla que estaba cargando el carro se unía para hacer más fuerza y a la voz de mando del líder se tiraba a la vez de la soga para sujetar bien la hierba. Esto que puede parecer una tontería, no era tal, pues el transporte de la hierba se hacía por callejas con mal firme y a veces situadas lejos del pueblo, con lo que si por algún incidente o un mal bache la carga se iba al suelo, esto significaba un grave contratiempo.
Una vez atadas las sogas se “peinaba” el carro: con los “rastros”, se tiraba al suelo la hierba que no estaba suficientemente sujeta con las sogas, para volverla a cargar. Así se evitaba que durante el trayecto del prado al pajar, la hierba suelta cayera al suelo o quedara en las ramas de los árboles de las callejas.
Una vez atropada y atadas las sogas, se solían poner las herramientas en la parte de atrás del carro, clavadas en la hierba, y se marchaba para casa. Si el prado estaba situado en el paraje del “Otoño” se debía vigilar la calleja con el fin de no encontrarse con otro carro en dirección contraria, pues debido a la estrechez de las callejas, no podrían cruzarse.
Llegando al pajar, se “cuadraba” el carro en el “ventanón” y se procedía a la tarea inversa, es decir, a descargar para el pajar. Esto también era una tarea ardua, pues se pisaba de nuevo la hierba en el pajar con el fin de que cupiese la de todos los prados así como posteriormente las alfalfas. Era muy duro lo del pajar, ya que se trabajaba con una cantidad considerable de polvo, hecho por el cual frecuentemente se asomaba uno al ventanón para preguntar si los de abajo“veían los palos”, signo de que quedaba poco.
Lo mejor de todo esto, era que de vez en cuando, después de una jornada dura de recogida de la hierba, se finalizaba con una buena merienda a base de pan , chorizo, jamón ,vino, etc.
Después, en el mes de julio, se realizaba la siega del centeno (la mayor parte en “Los Quiñones”), el trigo y la cebada, que duraba unos 15 días. Al segar, el cereal se iba haciendo pequeños montones “Gabillas” que posteriormente se ataban en “manojos” (un manojo lo formaban dos gabillas y un “mornal” lo componían 30 manojos). El acarreo de los manojos hasta la era de trilla, se realizaba en carros. Una vez en la era se amontonan formando (fejinas).
La trilla era uno de los trabajos menos deseados del verano. Se comenzaba muy temprano, esparciendo por toda la era las gabillas atadas. Después se soltaban con la hoz y se extendían, para disponer el cereal para la trilla, a la vez que calentaba, (ya que al estar más caliente era más fácil que las piedras cortantes del trillo las rompieran.
También antes de empezar a trillar, y sobre todo si era la primera trilla del año, se preparaban las herramientas: a los trillos se les echaba un poco de agua, para que la madera cogiera bien las piedras y no se perdieran durante la trilla, también se ponían a remojo las escobas, generalmente en las “presas o cunetas” durante todo el día, para que no se rompiesen al barrer. Una vez que la trilla estaba a punto, hacia las once de la mañana, se empezaba a trillar, por ejemplo con una pareja de vacas y un trillo.
El equipo de trilla estaba compuesto por la pareja de vacas, el cambicio (pieza de madera que unía el trillo con el yugo de las vacas), el trillo, la banqueta, la ahijada (palo largo con un clavo en la punta, utilizado para azuzar a las vacas), la pala (utilizada para recoger los excrementos de las vacas antes de que cayeran sobre el grano), y por supuesto el/la operario que tripulaba el trillo.
Se comenzaba dando vueltas a la era sobre la trilla, con las vacas y los trillos; esto era bastante lento, por lo que el operario podía hasta quedarse dormido. Una vez que la paja, por la parte de arriba comenzaba a trocearse, era necesario darle la vuelta para que le tocase el turno a la paja de la parte de abajo. Esto se hacía con unas horcas de madera, para después, cuando iba estando mas triturada, hacerlo con las “viendas”, aperos preparados para no dejar caer la paja menuda; asimismo alrededor de la trilla se “arrastreaba” para que no quedase paja sin triturar.
Así , vuelta tras vuelta, se iba triturando la paja y si el día acompañaba para esta tarea, esto es hacía mucho sol y calor, se llegaba al final de la trilla cuando la paja estaba suficientemente triturada para que la máquina de limpiar pudiese separar el grano de la paja.
Una vez finalizada la trilla era el momento de recoger toda esa paja extendida por la era.
En muchas eras, ésto se hacía con el mismo “cambicio” utilizado para trillar, que atado con una soga a la pareja de vacas iba “atropando” toda la trilla en un montón, llamado “parva”.
Para “atropar” debidamente toda la trilla, grano y paja, era necesario barrer la era. Se hacía con escobas de ramas, especiales para estos tipos de trabajo, ayudadas claro está de los rastros.
Muchos de estos trabajos se realizaban con los pies descalzos.
Al día siguiente se comenzaba a limpiar con la máquina (Ajuria). Primero fueron de tracción humana (a manivela), más tarde se le aplicaría un ingenio para que fueran de tracción mecánica, generalmente con un motor “Piva” o “Liska”.
Después de pasar toda la “parva” por la máquina, quedaban separados por una parte la paja y por la otra el grano.
Esto aún no quedaba ahí, la parte del grano era necesario volverla a pasar, “enfrescar” con otras cribas mas finas, con el fin de dejar el grano lo más limpio posible, pues si no el “molinero” se quejaba de que iba sucio y las ruedas no lo molían bien .
También era costumbre volver a pasar los “branzones”, partes duras de la paja que eran almacenadas a un lado de la máquina de limpiar, y donde a veces se colaba también algún grano de cereal.
Una vez separada la paja del grano se llevaban cada cual a su sitio, el grano a las arcas y la paja al pajar. Para ello, al carro se le ponían una especie de redes realizadas con cuerda, con el fin de transportar la mayor cantidad posible de paja sin perderla por el camino, siendo la carga y descarga de la paja una de las tareas más penosa, por el esfuerzo y sobre todo por el polvo que se generaba.
Después llegarían las máquinas de trillar, que con sus potentes motores aliviarían gran parte de este trabajo. También lo hicieron los tractores, pues al ser más rápidos que las vacas y poder llevar al menos dos trillos , simplificarían gran cantidad del trabajo.
El botijo era un elemento indispensable en este menester, siempre a la sombra, y para que no entrase bicho alguno, con un tapón de corcho en su boca más ancha y con una paja en el pitorro, por donde se bebía a “gallete”.
Después de varias trillas, la era, cubierta de “tapín” en un principio, podía deteriorarse creándose baches o estropeándose. Para solucionar este contratiempo, la forma de “bachear” los desperfectos hechos por los trillos, era taparlos echando barro o arcilla, o la misma boñiga de las vacas.
El trillo era la herramienta principal, compuesto por una plataforma que en su parte de abajo dispone de unas piedras cortantes para triturar la paja. En su parte delantera está curvado a forma de trineo y es robusto, construido en madera fuerte.
Estos trabajos se realizaban en la era, los vecinos que no disponían de la misma trillaban en La Vega Abajo. Las labores se prolongaban hasta últimos de Agosto, andando siempre muy apurados para finalizar antes de las fiestas de La Virgen de Celada en La Robla, que se celebraban antiguamente el último domingo de Agosto. Para realizar todas estas tareas se requería trabajar como mínimo 18 horas diarias.
Después venía la recogida de garbanzos, fréjoles, cebollas,…. y por último las patatas, remolacha, etc. La fruta ya prácticamente en Octubre, anteriormente en el mes de agosto se recogía la miel.
Cuando la recolección de fruto era abundante y no se consumía todo en casa, se llevaba a vender a pueblos de la montaña, como Pola de Gordón, Folledo, Santa Lucía y Ciñera.
A últimos del verano se realizaba la poda de los chopos, recogiendo la hoja en mañizas (atados) para dar alimento a ovejas, cabras y conejos. Con el mismo fin se recogía la hoja de roble, así como bellotas de encina y de roble para alimentar a los cerdos.
La Junta Vecinal, a principios del otoño realizaba el sorteo de quiñones de leña del Monte Comunal. Cada vecino cortaba y acarreaba el quiñón que le correspondiera, almacenando la leña para abastecerse durante el invierno.
En esta estación del año, también se pastaba “la otoñada” (Vega del Otoño): cada vecino llevaba sus vacas sueltas a pastar en los prados de dicha vega. Como los prados eran pequeños, y abiertos por las 4 partes, normalmente para cuidar 4 vacas hacían falta 2 ó 3 personas que las vigilaran.
En esta época se realizaba el abonado con estiércol de las tierras que se sembrarían de centeno. Este era un trabajo muy duro, que requería de un carro tirado por 2 parejas, denominada “la cuarta”, debido a lo accidentado del terreno.
Todo esto debía ser realizado sin descuidar el ganado que se tenía en casa: vacas (al menos dos parejas de trabajo y dos novillos), una burra, 50 ó 60 ovejas con sus respectivos corderos, algunas cabras, cerdos, conejos y gallinas.
Estos animales requerían también sus propios cuidados. Cuando las vacas no trabajaban, había que sacarlas a pastar, y precisaban a veces dos pastores para cuidarlas; trabajo que siempre recaía en los más jóvenes o en los más viejos. En ciertas épocas del año se llevaban a varios Kms, monte arriba, hacia unas zonas llamadas “el Prao la Venta”, “el Forcaín”, o “Valdecelada”.
Estos días se estaba desde la mañana hasta la noche y se llevaba la comida (solía ser la consabida tortilla, acompañada de algo de jamón y chorizo).
Cada vecino solía tener una burra. Estos animales se cuidaban “de vecera” (cada día le correspondía a uno de ellos), y se llevaban a las zonas bajas, cerca del río. Se avisaba primero, sin madrugar mucho, casa por casa, para que cada dueño soltara a sus animales.
Luego se hacía cargo de ellos el “vecero”, que los conducía al sitio de su preferencia (acostumbraba a ser “Solospraos”). Por la tarde, a la caída del sol, regresaban al pueblo, y cada dueño se hacía cargo de su burra. Algunas, las mejor enseñadas, se iban directas para casa, pero las más rebeldes se juntaban con otras de su “calaña”, y marchaban a sus anchas, teniendo el dueño que andar buscando la burra incluso ya de noche.
Para las ovejas y cabras hubo en su día dos pastores diferentes. En los años treinta, el pastor de las cabras era el Sr. Cañón, y el de las ovejas el tío Baldomero, al que ayudaba su hijo Paulino.
Había cierta época del año, que solía ser cuando empezaban a nacer los corderos y los cabritos, en la que los vecinos, según el número de animales que tuviesen, tenían que ir tantos días de “zagales” para ayudar al pastor en lo que hiciese falta.
En la década de los cuarenta se unificaron los dos rebaños, siendo el rabadán (pastor mayor) Juan Liberato, apodado “el Tolo”, mutilado de guerra y vecino de Villalbura, este pastor ejerció en el pueblo durante más de 20 años. El pago de los pastores se hacía en su mayor parte en especie: patatas o trigo, y el resto en dinero. Sin pastores, el rebaño se mantuvo poco tiempo más, cuidado “de vecera”.
Una época del año muy típica, era cuando se echaban por primera vez los corderos al monte. Al regresar el rebaño había que colocarse en medio de la calle y guiar a las inexpertas crías a sus casas, ya que no conocían su propia puerta. No obstante, siempre se colaba alguna, y había que buscarlas en otras casas. Esta faena se repetía como mínimo durante un mes, hasta que se acostumbraban, por eso había que estar muy atento a la llegada del rebaño.
LA MATANZA
El trabajo en estos pueblos era muy duro, especialmente para las mujeres que realizaban simultáneamente las tareas de la casa y labores del campo
Cuando llegaba noviembre se realizaba la matanza. Si en casa no había «castrones» o cabras suficientes, se compraban en la feria de La Robla.
Por San Mateo se compraban los cerdos pequeños, que se matarían al año siguiente por San Martino.
La matanza normalmente se realizaba entre familiares o allegados, no existiendo ningún tipo de ceremonial, como es costumbre en otros lugares, aparte de “la parva” (copa de orujo con galletas o pan).
Después de tomar la parva, hombres y muchachos salían “eufóricos”: unos con el gancho, cesto o el lazo, el matarife con el cuchillo, y las mujeres con cubos o baldes para recoger la sangre.
Uno de ellos entraba en la cubil, para sacar fuera el animal, utilizando el gancho, un cesto o el lazo (con el gancho pinchando en la mandíbula inferior del cerdo, con el cesto metiendo la cabeza del animal en él y con el lazo atrapándole una de las patas delanteras). Cuando el cerdo estaba ya fuera, los demás le cogían por el rabo y patas traseras, acercándolo al banco. Allí lo colocaban echándolo encima, y atándole juntas, con el mismo cordel, las dos patas delanteras y una trasera. Se colocaban todos por la parte del lomo, sujetando por orejas, patas y rabo. Entonces el matarife le clavaba el cuchillo en el cuello con dirección al corazón, pero sin tocárselo, para que tardase en morir y sangrara más. Al mismo tiempo, una de las mujeres recogía la sangre en un recipiente, revolviendo sin parar para que no cuajase. Esta sangre se utilizaría solo y exclusivamente para realizar después morcillas.
Ya muerto el cerdo, se le chamuscaba con paja larga de centeno, llamada “cuelmo”. Cada uno cogía un puñado, lo encendía y se lo iba pasando al animal por todas las partes donde tuviera cerdas, para que éstas se quemasen y la piel se ampollara. La parte que más calor requería eran las patas, en ellas había que insistir hasta que se desprendiesen las pezuñas. Primero se chamuscaba el cerdo por una parte y luego se le daba la vuelta para chamuscar la otra.
A continuación venía la tarea de raspar (en el pueblo se decía “arallar”), que se solía hacer con cuchillos, raspando toda la piel. Esta operación incluía el aseado, que consistía en frotar con agua caliente y un trozo de teja o ladrillo todo el cuerpo, especialmente las orejas y el morro del animal.
Después se procedía a abrir en canal y sacar las vísceras y las tripas, estas últimas se recogían en baldes. Las mujeres eran las encargadas después de lavarlas concienzudamente en el río o en una fuente (la Vega Arriba), tarea desagradable y penosa, por tener que hacerlo lejos y en condiciones climáticas adversas propias del norte de la provincia de León en pleno invierno.
Se colgaba al cerdo por las patas traseras, y permanecía así 1 ó 2 días para que se orease. Para prevenir la triquina, y solo a partir de los años 50, se llevaban muestras de ciertas partes del animal (carrillo, costilla, lengua y solomillo) para ser analizadas por el veterinario.
Para hacer las morcillas, se picaba la cebolla muy fina, se le echaba sal y se dejaba así una noche para que soltase el agua. Al día siguiente se mezclaba con la sangre y parte de la manteca “unto” bien picado, y así se obtenía el mondongo, que luego se embutía en las tripas más gruesas. A continuación se ataban y se hervían durante aproximadamente 20 minutos en unos calderos grandes de cobre puestos al fuego. Después se sacaban y se dejaban reposar sobre unas pajas para que enfriaran y orearan un poco, más tarde se colgaban al humo en la “cocina vieja” (cocina de curar), donde permanecían unos días.
Cuando se descuelga el cerdo se procede al destazado, separando jamones, lacones, lomo, orejas, morro, espinazo, costillas…..
Posteriormente se delimita cada una de estas partes, preparándolas para adobar y ahumar; se descarnan los huesos y el tocino, y se toma toda esta carne para hacer chorizos o salchichón. También se realizaban longanizas, embutido cuyos ingredientes principales eran, aparte de la carne, el pulmón, corazón y algo de estómago de vaca, todos ellos se cocían (entrecallaban) antes de picarlos.
EL PAN
El pan se cocía en casa cada 15 días, se amasaba una molienda de 4 “iminas o eminas” (una “carga” son 12 iminas y una imina de harina son unos 15 kilos de peso) resultando de 15 hogazas de pan y 2 tortas.
Su elaboración era un trabajo ímprobo realizado siempre por las mujeres. Suponía levantarse muy temprano, hacer la masa, mezclarla con hurmiento y dejarla dormir en la masera hasta que creciera. Un poco después se empezaba a “arrojar” (poner al rojo de calor) el horno con mañizos de urces.
Al mismo tiempo se realizaban las hogazas, una vez fermentada la masa, cuando el ladrillo del horno adquiría un color blanquecino, se barría el horno arrastrando las brasas con un rastrillo de madera y se amontonaban a la puerta. Luego con una “mundilla”, especie de escobilla realizada con paja de centeno remojada en agua, se barría el piso del horno. Posteriormente con una pala de madera y de mango largo se introducían una a una las hogazas, en el interior del horno, dejando las dos tortas a la entrada, untadas con aceite. La cocción podía tardar dos o tres horas. El pan se conservaba en un arca para que no se pusiese duro.
EL VINO
Durante años también se fabricaba el vino, de la uva que se cosechaba en las viñas del pueblo o pueblos cercanos, para consumir en casa. Este vino casero tenía unos 8º de alcohol.
Se acarreaban las uvas en grandes cestos llamados “carriegos” hasta el lagar, donde se pisaban las uvas. El líquido resultante, mosto, se almacenaba en toneles, barricas o en pellejos, que previamente eran lavados en la fuente del pueblo.
Las cantinas disponían antiguamente de una sala con un pequeño mostrador para despachar la bebida (únicamente vino y orujo), y mesa para jugar a las cartas. Esta sala estaba comunicada con la cocina, lugar donde entraba la gente a charlar, ya que se estaba más caliente.
LA VIVIENDA
En general, las viviendas en el pueblo podrían encuadrarse dentro de la propia de las zonas leonesas de baja montaña. Las casas suelen ser de doble planta, hechas de «cal y canto» y con las esquinas de sillería o machones de ladrillo. Se cierran al exterior mediante «portonas» de madera que dan paso al portal (zona cubierta que da paso al corral y sobre la que se encuentran parte de las dependencias superiores de la vivienda). A continuación se encuentra el corral, amplio y rodeado por cuadras, pajares, etc.
La entrada al corral era amplia, para que entrase holgadamente el carro, con jambas de piedra o madera. Comunicadas con el solía haber corredores con techumbre (hechos de madera), el pajar, la tenada, la cuadra para las vacas, la corte de las ovejas, la gochera, los gallineros, conejeras, etc. Muchas de estas edificaciones auxiliares se realizaban con adobes (especie de ladrillo realizado con barro y paja)
La entrada a las dependencias de la casa generalmente se realizaba desde el portal. Aunque algunas, disponían de una puerta pequeña a la calle para uso exclusivo de las personas. Asimismo había casas cuyas escaleras de acceso al piso superior partían desde el portal o desde el corral.
En ciertas viviendas las puertas de acceso desde el portal estaban enmarcadas por un arco de medio punto en piedra de sillería.
Los muros de las edificaciones son generalmente gruesos, aislando la vivienda de las inclemencias del tiempo. Las ventanas, solían ser pequeñas con machones y cargaderos hechos con grandes piedras labradas, y en ocasiones con madera, excepto alguna de mayor tamaño orientada al Sur.
El núcleo principal de la vivienda es la cocina, donde en el «hogar» arde el fuego, rodeado de piedras o ladrillos, y de escaños de madera. En el techo, la campana de la chimenea y colgando, las pregancias (especie de cadenas), de las cuales penden las grandes calderas de cobre. Para cocinar se usan también potes (con tres patas), las estrébedes (soportes de metal con tres patas de diversos tamaños y formas), los cazos, los sartenes, y demás utensilios de roble, bronce y hierro; las cuchares, cucharones, tenedores, etc. (de madera); las ollas, platos, vasos, jarras, etc. (de barro); aparte de los fierros o instrumentos para arrojar el fuego (tenazas, paletones, etc.). También contaba con el horno de pan, de forma redondeada, de ladrillo o piedra. En la cocina es donde antiguamente, en Invierno, se estilaban los “filandones”: reuniones de vecinos y vecinas que «filaban», contaban chistes, leyendas, romances etc. Normalmente en el mismo edificio se encontraban los cuartos y habitaciones, las paneras y la bodega para patatas, vino, etc..
Antiguamente, la cocina era una habitación con paredes de piedra y suelo de tierra. Disponía de un hogar donde se cocinaba, elevado del suelo unos 50 centímetros, sobre el que había una gran campana para la extracción del humo y de donde colgaban las pregancias, asimismo disponía de un fregadero al que se aportaba el agua, por medio de calderos, de un pozo situado en el exterior. En la cocina tenían un escaño y un banco formando una “L”, así como una masera (especie de arca donde se guardaba el pan y la comida). No había mesa, a la hora de comer solamente se utilizaba una pequeña mesilla de tres patas donde se colocaba el pote. Al no disponer de platos, se comía a “rancho” (cogiendo cada uno, con la cuchara, la comida directamente del pote).
En el corral, bajo los corredores, se colocaban los aperos de los carros, los arados, forcas, rastros, biendas, guadañas, trillos, hoces, hazuelas, escavines, sobeos, mullíos, yugos, collarones, manales, pisones, majos, etc.
Los tejados de las casas se realizaban mediante un artesonado de madera sobre el que se tejía un entramado de varas (a modo de “costana”) sobre éste se colocaba tapín, cubriendo todo el tejado, y por ultimo la teja (teja árabe).
Para hacer una casa acudían a ayudar los vecinos de la localidad, recogiendo piedra del río, colaborando en su edificación. Otras labores a realizar durante la construcción, aparte de la de albañilería, eran: hacer adobe, la carpintería de las vigas y luego de puertas y hojas de ventanas, los caleros con la cal, los canteros con sillares labrados, etc. Al final se colocaba el ramo en lo alto del edificio, cerrándose el acto con una comida de celebración a la que se solía invitar a todos los que habían colaborado.
Cabe destacar que en el pueblo existió una casa con cierto abolengo, hasta mediados/finales de los años 50, esta casa pertenecía a D. Apolinar, cura párroco de Cascantes de Alba. Era una casa con, una portona de entrada se encontraba jalonada por un arco de piedra.
Por otro lado, en estos años posteriores a la Guerra Civil, existían las llamadas cartillas de racionamiento y escaseaban los alimentos, lo que trajo consigo la aparición del extraperlo (que consistía en comerciar con los alimentos en una especie de mercado negro), prohibido y perseguido por el gobierno. Los extraperlistas en esta zona eran generalmente asturianos, que, aprovechando la buena comunicación por tren, venían a los pueblos de León para conseguir alimentos y después venderlos en Asturias.
En Cascantes de Alba, al existir este movimiento de mercancías, la gente aprovechaba y conseguían alimentos en pueblos de zonas próximas, sin comunicación directa con Asturias.
Algunos rasgos de nuestra cultura tradicional
La vida tradicional de nuestras gentes está muy influenciada por la ubicación geográfica del pueblo, en el área de influencia de la España cantábrica o España húmeda. Cascantes de Alba un pueblo en el que sus vecinos tradicionalmente han usado madreñas y en el que el juego tradicional de los mozos y de los hombres ha sido, más bien, el de los bolos.
Nuestra principal tradición, es y ha sido, la celebración de la festividad de nuestra Patrona «La Virgen de los Remedios» el día 12 de Octubre, siendo lo más representativo su Himno y su Novena
“Siempre seremos tus fieles hijos
tal es el grito de nuestra Fe
Responde o Madre desde tu trono
yo vuestra Madre siempre seré (Bis)”
Estrofa inédita de este himno
Ritos vegetales
OCTAVA DEL CORPUS CHRISTI
El rito vegetal más significativo es el que se realiza en la festividad de la Octava del Corpus Christi, el cual consiste en la colocación de ramas erguidas, apostadas en las aceras y alineadas junto a las paredes de las casas que se hallan en las calles que recorre la procesión, normalmente ramas de “peornos o escobas”, aunque en algún caso también de saúco.
Antiguamente, una vez finalizada la procesión, cada vecino recoge las suyas y las mete en casa; y luego una de ellas se clavaba en el garbanzal o sembrado de garbanzos que tuvieran ese año, «para que no rabien lo garbanzos; esto es, se destinaban a proteger los sembrados, con el fin de que no se perdieran.
RAMO DE SANTA LUCIA
La de Santa Lucía es una fiesta, por el momento mismo de su celebración, el 13 de diciembre, en el quicio entre el otoño y el invierno, cierra una estación y abre casi la otra. Se trata de una fecha en que el tiempo desciende hacia el solsticio de invierno y las horas diarias de luz menguan. Todo se recoge en el seno de la tierra. Las semillas se harán raíz, para germinar en la primavera siguiente.
Santa Lucía alude, ya en el propio antropónimo, a la realidad de la luz. Es la santa ciega cuyo martirio consistió en ser privada de la vista al serle arrancados los ojos.
No son muchos los pueblos que celebran la fiesta de esta santa. En Cascantes de Alba si qué se hacía. Y las mujeres del pueblo formando un coro, entonaban en la iglesia el Ramo a Santa Lucía
De nuevo estamos ante otro rito vegetal. Aquí, en el momento en que el mundo vegetal se paraliza y parece como “muerto” este ramo simbólico, »cantado a coro por las mujeres, podría tener el significado de rito de despertar lo paralizado y lo adormecido, ese mundo vegetal necesitado de regeneración y de resurgimiento para que la vida pueda continuar
El cantar indudablemente va acompañado de un ramo (ese característico armante de madera, en forma de “ T “ que llevaba insertadas en la tabla superior nueve velas, con cintas y con otros humildes objetos) que se ofrece a la imagen de la santa (una talla policromada, de artista popular, que se encuentra en la iglesia).
No faltan otros ritos vegetales, que aparecen en otros momentos festivos del año y relacionados, en dos casos concretos, con la mocedad.
Así, en el pasado, cuando comenzaba ese mes primaveral, los mozos cortaban el Mayo (generalmente, un chopo) y lo plantaban en el Campo (plaza de la Iglesia). Estaba erguido todo el mes y su tronco luego se solía subastar.
Y no faltaba tampoco, en los tiempos en que el pueblo estaba más poblado, otro rito vegetal relacionado con el solsticio de verano.
Los mozos ponían el Ramo a las mozas. Nos dicen que se hacía en la fiesta de San Pedro, la noche de la víspera; solía ser de cerezas, pero no faltaban mozas a las que se lo ponían de cardo.
En todo caso, tanto el Mayo, como el Ramo, son ritos que nos hablan de significaciones de fecundidad y de reproducción de la vida, pues la mocedad es la que se halla en el tiempo de los emparejamientos y, por tanto, de la formación de nuevas familias.
No falta, en este sentido, otra costumbre relacionada con los emparejamientos. Cuando hay una pareja que «salen novios», se les echa el rastro, una hilera de paja con la que se traza el itinerario de la casa del novio a la de la novia
Todos estos ritos vegetales tienen un claro sentido -con unas u otras significaciones, según la fiesta y el momento de que se trate- de provocar o de favorecer tanto la germinación de las plantas y de los sembrados, como de estimular el emparejamiento de la mocedad y la formación de nuevos matrimonios o familias; elementos todos ellos necesarios para la continuación de la vida y del existir.
OTRAS COSTUMBRES
Era costumbre en las bodas, aparte de invitar a toda la familia, convidar por la tarde a los mozos y mozas, chavales y chavalas a comer “Guisao”. Este plato se puede considerar como el más típico y propio de Cascantes, y se realiza con pan migado, patas (principalmente de cabra o cerdo), bacalao y chorizo. También se le añade el “rustido”, que consiste en freír aceite o tocino con ajo y pimentón, añadir vinagre y echar todo sobre el plato ya cocinado. Se utilizaba una especie de cantimplora, a la que se llamaba “Ten-ten” (barrica circular hecha con paja) de 9 cuartillos (4,5 litros)
Correr la rosca o el bollo.
Realizar carreras entre dos, e ir eliminándose; el que ganaba se llevaba el bollo o la rosca. El bollo o la rosca estaban hechos a base de harina, azúcar y azafrán.
Escarbar el cepo.
Una costumbre que servía de disculpa para que le invitaran a dulces y copas el día de Nochebuena.
Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Reyes y Año Nuevo, solía celebrarse en la intimidad de la familia, repartiéndose avellanas, castañas y dulces a los niños, haciendo roscas y galletas. Cantándose villancicos y pidiendo los niños el aguinaldo.
Repartir la caridad y la paz.
En la misa de los domingos, uno de los vecinos, por turno, llevaba: una hogaza de un kilo y medio, y un mollete de pan de un kilo, un litro de vino y 2 velas pequeñas. Se entregaba todo en el ofertorio, salvo el mollete, el vino y una de las velas que eran para el señor Cura.
De la hogaza se cortaba un trozo grande que servía de guía, el resto se partía en “caridades” (trocitos pequeños, que se repartían entre los asistentes), otros trozos se subastaban para las Ánimas y el Santísimo, ese dinero era para misas por las Ánimas y para el aceite de las lámparas. El pan se comía al salir de misa.
También se repartía la paz, que consistía en besar una cruz.
Los Guirrios.
En carnaval o «antrueyo», era costumbre disfrazarse y recorrer el pueblo. Existían los «guirrios» cubiertos con caretas, pellejos, sacos, gorros, untados de carbón, que portaban palos o varas verdes para pegar a todo aquel que no se encontraba disfrazado.
LEYENDAS
Leyenda de la cueva del tesoro del moro.
Cuentan que existe una cueva al final del Molín de Abajo, en la Peña el Pielgo, donde si se tiraba una piedra por una grieta, al caer sonaba como si chocara contra objetos metálicos: “El Tesoro”.
La cama del tío Patricio.
Se refiere a una gran piedra, situada en Valdeiglesia, cuya forma se asemeja a la de una cama con almohada y todo. Cuentan que esta piedra era utilizada por un pastor llamado Patricio, para echar la siesta.
También presenta una cavidad muy adecuada para la bota de vino.
OTROS APUNTES
El pastoreo
Por los años 1908 los lugares más frecuentes de pastoreo eran: La Vega Abajo, La Vega Arriba y en el monte el prado la Venta, muy cercano al Forcaín, manantial ya conocido en esa época y denominado con el mismo nombre.
Los Palomares
En el pueblo existían varios palomares que se conservaron hasta los años 70, los tres más significativos se encontraban, uno en el paraje denominado “El Jabudo”, otro en Valdeiglesia y el tercero en el llamado prado La Cruz.
La Escuela
Entre 1900 y 1912 la escuela fue cambiando de lugar, primero se encontraba ubicada en el pórtico de la Iglesia, donde le dio clase el padre del Tío Félix. Después pasó a ubicarse en la casa del “tío” Lin, impartiéndole las clases Doña Escolástica. Finalmente (1912) en un edificio construido expresamente como escuela, Estaba ubicado en el mismo lugar en el que se encuentra actualmente el edificio de las escuelas, pero ocupaba únicamente la mitad oeste de este solar siendo sus maestros Luis Conejo Ramos y Domingo Pariente.
Ya en el nuevo edificio, ocupa la plaza de maestra Dña. Rosario, dando clase solamente a las niñas. Mientras, el maestro de los niños sigue cambiando continuamente, hasta principios de los 60, en que pasa a ser mixta, dando Dña. Rosario clase a niños y niñas conjuntamente. Posteriormente y hasta su cierre ocupa la plaza de maestra Dña. Tere “Teresa Rubio”.
En el invierno se encendía una estufa de leña. Cada día dos de los escolares eran los encargados de encenderla, antes de la llegada del resto a la clase, para ello tenían que traer las urces y la leña de casa. También un día a lo largo del año iba toda la clase al monte a recoger leña para alimentar la estufa durante el invierno
Fuente, Lavadero
A “la fuente”, como se conoce este lugar, iban las mujeres a realizar la colada con los baldes (calderos metálicos de gran diámetro) llenos de ropa, la tarja (tabla con pequeñas ondulaciones utilizada de apoyo para lavar la ropa) y el cajón (estructura de madera para arrodillarse y protegerse del agua al lavar la ropa). Una vez realizada la colada, la ropa se tendía a secar “al verde”, sobre la hierba.
En el pueblo existían otros dos abrevaderos, situados uno en la plaza y el otro frente a la ermita de Santa Lucía.
También había distribuidas por el pueblo varias estructuras de madera (potros) destinadas a facilitar el herraje de las vacas (una en el arroyo, otra en las proximidades de la fuente, etc. ).
DICHOS Y CANTARES
VICTOR EL DE LOS ZURRONES
La Virgen de Buen Suceso , como está en la carretera..,
Peredilla y Puente de Alba son los primeros que se encuentran.
Alcedo está en un alto, la obligación en La Venta.
La Robla paja y cebada para el que lleve moneda.
En Llanos los abogados, el puesto está en la Devesa
En Sorribos bailarines, en Olleros buena leña.
En Cascantes arrogantes, tiradores de bragueta.
En La Seca , pescadores, que hasta el cura se las pesca.
En Cabanillas los galgos, que corren por las barreras.
En Valsemana agabujas, del raposo sementeras.
En Cuadros, buenos mozos, que bajan a Santibañez a pretender a las doncellas.
En Santibañez querelleros que siempre andan con querellas.
En Lorenzana molineros, perdición de panaderos, que por no maquilar con medios maquilan con talegos.
En Trobajo canta el grajo y en Armunia la garduña.
Y en la ciudad de León, en cada esquina un ladrón y donde no hay uno hay dos. Y en casa del alguacil es ladrón hasta el candil.
Y en Santas Martas está el cielo sobre estacas…..
EL BORRACHO Y EL ECO
Noche oscura y silenciosa , tan achispado iba Antón que cayó de un tropezón en la senda barrancosa.
Echó un recio juramento diciendo: ¿quién se cayó? Y en la pared de un convento resonó el eco ……(Yo).
Mientes yo fui quien caí y si el casco me rompí, tendré que gastar peluca ….(Luca).
No soy Lucas, voto a bríos, que nos vamos a ver los dos , señor farfantón …….(Antón).
Me conoces ¿eh tunante? , aguarda un instante y conocerás mi navaja ………(Baja).
Bajaré con mucho gusto ¿o te figuras que asusto? al contrario más me asalto …(Alto).
¡Alto yo! y piensa el osado que cien duros me han ganado y en mengua los marchito …………(Chito).
¿Chito yo? soy perro, quizá pero ¿dónde villano estás?, que de no hallarte me aburro ……(Burro).
¿Burro yo?, insensato tamaño vengaré de un modo extraño, que el sitio es muy oportuno ………….(Tuno).
Si eres espíritu callo , pero si eres hombre de ésta mi brazo te destruye ……(Uye).
En vano intentarlo quiero , mientras no sepa quien eres mi espíritu me asombra ………………(Sombra).
¡Sombra! Dios mío, entonces perdóneme que tomé tres copitas y un bizcocho ………(Ocho).
Ocho no, sino siete tal vez , la otra la tomó Ramona ………………….(Mona).
Mona no señor , me puso alegre el licor y a Ramona también ……….(Bien).
Pues yo qué mal le hice, diga, al caérsele una liga se la puse y nada mas ………..(Mas).
Sí , recuerdo que deprisa la miré y la camisa era de lienzo o cambray ……(Ay).
Sombra que todo lo sabes, despáchame cuando acabes que por mi parte acabé ……………(Ve ).
Me voy, sí, que ya es tarde; adiós triste sombra veneranda ..……(Anda).
COMPARSA DE CRITICONES «Año 1908«
Madrid, famoso centro de España
donde se mete todo lambrón,
político, farsante de la nación.
Allí tenemos el gran congreso,
lleno de farsas y de maldad,
el gran senado de viejos
que están hartos de arañar.
Por las calles muchos soldados,
policías, más de un millón
y eso de Marruecos: chitón
que nos lleva el alcalde a la prevención.
Hoy estamos como queremos en el pueblo de León,
nos suben el consumo y la contribución,
las patatas y el aceite, las judías y el arroz.
Nos han subido el pan, esto sí que es lo peor
para el pobre trabajador que gana poco jornal,
solo falta que nos suban la camisa por detrás.
Los del barrio de la Vega no se deben de quejar,
porque ya tienen sereno para cantar.
Los del barrio Canario tenemos más libertad,
porque si se arma bronca no aparece la autoridad.
Y para otras elecciones no les vale la conquista,
porque vamos a votar todos al partido socialista.
Otros chascarrillos
Cuando cobró la quincena Ramón el de Feliciana,
baxió a Oviedo y allá estuvo tres días de saranzaina.
Cuando volvió de regreso, taba bueno por les traces
pa metelu en la colada y agarralo con tenaces.
Cayósele to el bigote y el pelo de la cabeza,
les cejes y les pestañes, to fecho una llamuerga.
Como Dios me saque de esta, decía después Ramón,
ya non vuelvo más a Oviedo que allí afeitan sin xiabón.
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Fae poco llegó al mercado Manolón el del Bencejo,
al puesto de Josefona a comprar un buen conejo.
Enseñole uno muy gordo y después de examinailu,
dijo: sabes Josefona que ésto no me pae tan malo.
Pero trataron de precio y él tampoco le ofreció,
ella fecha un azorisco al ver que lo despreció.
Quitóselo de entre las manos y dijo muy enfadada:
estas sobando una hora pa después non comprar nada.
REVOLUCION HISPANA
Diez millones de francesas dicen que van a venir, a reconocer España y tomar estado aquí .
Si la noticia es exacta y tiene confirmación las jóvenes timoratas formarán revolución.
Primero las catalanas, con valor de corazón en menos de una semana formarán un batallón.
Riojanas y Andaluzas, Navarras y Vascongadas, todas están decididas, incluso las Valencianas
También las Aragonesas y valientes Castellanas, para ir contra las francesas, las Gallegas y Asturianas.
Se ha recibido una carta de una muchacha de Yierta , diciendo a una amiga suya que la apunten de corneta.
Porque el novio que ella tiene diariamente se la enseña a tocar, y con pistones, y su embocadura es buena.
La hija de un boticario a su padre dijo así: yo quiero ir a la guerra, cómpreme usted un fusil.
Y el padre muy enfadado le soltó un gran bofetón, y ella se marchó llorando dándole contestación:
Yo a la guerra me he de ir, decía de corazón, si no me deja marchar me tiro por el balcón ..
Otros chascarrillos
Llevaba dos años preso Pinón el de Uvenceslao,
cuando dijeronle que estaba la su muyer en estao.
Mandó llamaila a la cárcel y ella fue muy gallestera.
Has de decime muyer cómo estás de esta manera.
Soñé que tábamos xiuntos, tú feliz y yo contenta,
desde entonces empezó a probecer el furmiento.
Convencísteme muyer, y estoy conforme contigo,
salga macho o salga fema, si nace en casa ye miu.
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Vense por la calle Uría paseando a todes hores,
un bando de chavalines que visten como señores.
Todes llevan gabardina, zapato y media de seda,
pendientes de oro y sortijes, bolsillo y reloj de pulsera.
Non quieren los artesianos y tíranlos a degüello,
y en cambio los señoritos facen de ellos un rodiello.
Hay mucachas que por lujo, sálense fuera de quicio,
y luego les consecuencies van a parar al hospicio.
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