Lo expuesto a continuación, se basa en lo descrito por Juan José Badiola, en su libro Alba y Fenar: Orígenes históricos de la comarca de La Robla
Poco se conoce de este territorio en la Edad Media, bajo dominio gótico, extendiéndose a Alba ese vacío que cubre en muchos aspectos la Historia comarcal y regional en ese periodo. Sabemos del desarrollo que experimentó la región leonesa en aquellos tiempos, de la importancia de su Iglesia, de los colectivos de ermitas que poblaron el Bierzo, de la división de clases sociales bajo la élite visigoda que abarcaba a los nobles señores góticos, los colonos astur-romanos, los esclavos, la clase sacerdotal y la religiosa, y todo ello influirla indiscutiblemente en estas tierras, dentro del marco del respetado Conventum Asturum, más sólo nos quedan algunas dudosas referencias de la zona en sus concilios y una pequeña moneda de oro hallada en el Valle de Fenar en lo que respecta a toda aquella época, aunque es de suponer que nada debió variar mucho de cómo estaba bajo la mano de Roma.
La población comarcal se agrupa en nueve entidades menores, perfectamente definidas a través de los siglos como tales y documentadas en algún caso, como veremos, desde los siglos IX y X, surgidos en algunos casos de la repoblación de la somoza leonesa con autóctonos astures traídos de las montañas y bajados al llano para ser en él asentados, tanto en tiempos de Roma como en los de la llamada Reconquista.
Nuestros reyes leoneses y asturianos se encuentran con el problema de reorganizar un territorio y agrupar y ordenar unas gentes que, a causa de los problemas y desordenes causados por las guerras con los árabes y las invasiones que estos hacían frecuentemente en nuestra región, se mantenían más o menos incontroladas y les fue necesario a estos monarcas agruparles en villas y lugares bajo sus correspondientes cartas pueblas, fueros o leyes. Así, de nueva, la mayoría de los castros que aún pervivían y estaban habitados, se van dejando para, una vez pacificado el territorio, formar poblados y aldeas cercanas a rutas comerciales, zonas de cultivo, pesca, etc., a monasterios e iglesias, fértiles valles y útiles riberas no faltando en todo ello, probablemente, la presencia del elemento mozárabe que, a juzgar por la antroponimia tanto comarcal como regional de los primeros siglos de vida del Reino de León, era frecuente; especialmente, en las zonas de Fenar, Torío y Argüello, entre otras.
Tales son comarcas que, ya mencionadas en los primeros tiempos de la monarquía leonesa, como el Bierzo, Babia., Laciana, Omaña, luna, Argüello, Gordón, Alva … continúan denominándose de la misma forma que hace mil años, claro está, desde luego, que con lo que la evolución lingüística habida desde entonces ha hecho en sus nombres.
Pero sin duda fue durante la Reconquista, cuando el Bernesga alcanzó mayor protagonismo. El avance del reino asturiano hacia el Duero impuso la necesidad de asegurar las fronteras, siempre inestables, lo que obligó a establecer un sistema defensivo en las estribaciones meridionales de la Cordillera. En época de Alfonso III, se consolidan varias fortificaciones, entre ellas los castillos de Luna, Alba y Gordón, así como torres y otros elementos defensivos y de vigía.De las fortalezas de Alba y Gordón apenas queda el recuerdo en la toponimia y algunas escasas ruinas de las magníficas construcciones que debieron ser, afianzadas, aún más si cabe, por sus estratégicos emplazamientos.
Alva, como todas las demás, aparece señalada ya como entidad territorial definida en la zona del Bernesga desde que la región quedó totalmente bajo el centro de los reyes cristianos y no parece acertado pensar que ello se daba únicamente por ser dicho territorio la jurisdicción del castillo homónimo pues estos famosos alcázares del Norte Leonés deben su nombre al de la zona en la que estaban edificados y, así, el de Arbolio lo tomaría de esa comarca, bien proceda etimológicamente de ARBOREUS o de HERBOREUS o quizá de los Montes Nervasos o Hervasos, hoy Arbas, llamadas así según algunos por nombre de Herva, vencedor de los Selmos, tribu autóctona que habitaba estas regiones.
Del mismo modo Luna como alcázar recibiría su denominación de la de aquella comarca, así llamada, probablemente, por el homónimo río, y por eso cabe pensar que estas circunscripciones territoriales debían ser anteriores al reino astur al menos pertenecientes a la era visigótica.
Varias son las explicaciones que se han dado acerca del nombre comarcal, Alba, que parece guardar su origen etimológico en la oscuridad, nombre asaz frecuente, por otro lado, en toda Europa y de resonancias pre-indoeuropeas.
Para unos estaría emparentado con el adjetivo latino ALBUS/A/VM, explicación que me parece infundada por no tener aquel relación aparente con la zona en ningún sentido, a no ser que derivase del color del peñasco en que se asienta el castillo, cuestión esta bastante dudosa o que se refiriese a alguna cualidad de alguna primitiva ciudadela hoy desaparecida y que podría haber dado lugar al nombre comarcal. Por otro lado, la zona aparece mencionada como Alua o Alva, sin probable conexión con el ALBA latino.
Otra tesis bastante extendida defiende que esta voz, emparentada con la que originaría los nombres de algunos ríos (Elba, antiguo Albis) sería un hidrónimo de raíz indoeuropea.
Alba aparece mencionada como entidad definida desde el principio, centrada por su famoso castillo, en infinitud de documentos cual es el caso de los famosos concilios de tiempo gótico, que remontaría nada menos que al año 300 el origen de la misma y de los cuales ya se hablará más adelante, teniéndose en cuenta el hecho de que todo ello son copias posteriores no sabemos hasta que punto fiables ni basadas en las originales hitaciones si es que tan antiguas divisiones eclesiásticas existieron siquiera.
Es por tanto Alva una región vital que posee su propio alcázar defensivo, su propio alfoz, que envía representantes a concilios y que, de forma independiente, funciona organizadamente hasta el siglo XIII.
El Castillo de Alba fue edificado sobre la ”Peña del Castillo” (Llanos de Alba) desde su magnífica posición dominaba el Valle del Bernesga, con el que quizá nuestro territorio se hallase en un tiempo identificado, y la calzada que iba desde León al “Puerto de Arvas”, en el tramo que discurría por el territorio de La Robla, Llanos, Puente, Peredilla y Huergas así como sus desviaciones hacia el Oeste por Sorribos y Olleros, hacia Luna, sirviendo así de primer baluarte defensivo de la montaña dispuesto a frenar los avances de cualquier enemigo llegado del lado Sur. El haber sido hallada una fíbula romana en el castillo Gordonés parece avalar la tesis de que estas fortalezas existían ya antes de establecerse la monarquía leonesa, sirviendo en un periodo tardorromano como torre o puesto militar, destinado a vigilar la calzada que unía Legio VII con Lucus Asturum, a godos, árabes (como defensa contra los «rebeldes» de las montañas) y a los reyes cristianos para vigilar los accesos a Asturias.
Las primeras noticias relativamente fiables que poseemos acerca de nuestro alcázar se refieren al reinado de Alfonso III, recogidas, sin embargo, por crónicas muy posteriores. La de Sampiro, en un pasaje presumiblemente interpolado por el obispo Pelayo de Oviedo (†1153), atribuye a este rey la construcción, en territorio leonés, de los castillos de Luna, Gordón y Alba a finales del siglo IX, formando una línea defensiva destinada a proteger los accesos a la corte ovetense por las riberas del Luna y el Bernesga, además de las conexiones de esta última con aquélla.
La mención documental más antigua del castillo de Alba data de 960, cuando aparece junto al otro elemento fundamental en la reorganización comarcal: la villa de Lionia, Leonia o Ligonia. Se trata de la donación que hace Sancho I a favor del monasterio de Sahagún, dándole la villa de Peso o Pensum, cercana a Zamora, la cual antes había permutado Ordoño III con un cortesano suyo, Fortes Jústiz, por la de Lionia (Beonia en el texto), que por entonces estaba ya subordinada
al castillo de Alba. Ciertamente, don Ordoño reconocía en 956 haber recibido del expresado Fortes, a cambio de Peso, la villa de Lionia, la cual había antes comprado éste a cierto Lupiben Lezécriz, miembro, seguramente, de la aristocracia local leonesa de onomástica arabizada, ligada al monarca por fidelitas o vasallaje. El documento se redacta y firma en la misma villa de Leonia, en la casa dominica, el “palacio” o centro señorial del rey, que se halla presente, como también el conde territorial, Fernando González. Es decir, estamos ante una villa particular, acaso donada por los reyes a un vasallo suyo –esto es, los derechos regios en ella, que pasa, o retorna a la Corona y es anexada al castillo de Alba. Nada tiene de extraño, por tanto, que Lionia aparezca en diversas ocasiones como territorio diferenciado, al que se adscriben algunas villas ubicadas por otros documentos dentro de Alba
La reina Jimena tuvo gran importancia en la supuesta rebelión que García, hijo de Alfonso III y luego rey leonés, promovió contra su padre. Alfonso X El Sabio en su Chronica General dice al respecto: » ..Ella, la reina Jimena, basteció estos castillos en tierras de León: Alba, Gordón, Arbolio et Luna et diolos a su hijo el infant don García..»
El Tudense narra el episodio de forma más o menos similar: «Después de la muerte de Bernardo, la reina Jimena, que era llamada reina de franceses, comenzó a pensar de qué modo podría expulsar del reino a su marido y sustituirlo por su hijo García. Edificó en los confines de León los castillos de Alba, Gordón, Arbolio y Luna y llevó allí a escondidas a su hijo García, sugiriéndole que se revelase contra su padre. Esta mujer fue inhumana y estableció en el reino malas costumbres y condiciones serviles. El rey Alfonso, como supiera que su hijo preparaba la rebelión, vino a Zamora, lo cogió prisionero y lo llevó al castillo de Gozón. El suegro del rey, Munio, por consejo de la reina Jimena, empezó a rebelarse fuertemente contra el Rey don Alfonso, y unidos a él todos los hijos del rey, tramaron una conjuración para obligar al padre por la fuerza a que hiciera cesión del reino en su hijo García. Entonces el rey Alfonso llamó a la villa de Boides a todos los caudillos del reino, se despojó de éste y constituyó rey a su hijo en su lugar. Luego, fue a Santiago en romería y, a la vuelta, pidió a su hijo que estaba en Astorga, le proporcionase los medios para ir contra los árabes y habiéndoselos concedido García, congregando a un gran ejército, invadió la frontera de los sarracenos y tras derrotarlos muchas veces, regresó a Zamora en donde murió de enfermedad natural después de haber recibido el cuerpo y la sangre del Señor, siendo sepultado en Astorga … «
El Arzobispo de Toledo, D. Rodrigo, relata el suceso parecidamente: «Después de lo cual, viniendo a Zamora, prendió a su hijo Don García y lo llevó encadenado al castillo de Gozón porque se sospechaba de él y de su suegro Munio Fernández ejerciendo la tiranía, preparaba una rebelión contra el rey. Por lo cual, indignados los otros hijos, se conjuraron entre sí para quitar el reino a su padre. La causa de esta disensión fue la reina Doña Jimena, llamada Amelina, que muy inhumanamente procuraba siempre hallar nuevos gravámenes y servidumbres onerosas y hasta sembrar el cisma y la discordia. No amaba al rey como pide el amor de esposos y tramaba privarle del reino y -poner en su lugar a aquel su hijo Garía. Conmovió a Alva, Gordón, Arbolio y Luna para que su hijo, revelándose allí auxiliado por su suegro Munio se vengase de la injuria de la prisión incitando también a la conjura a los otros hermanos. El rey, cohibido por la persecución de que era objeto por parte de sus hijos y de sus deudos, renunció al reino estando en la villa de Boides, en Asturias, eligiendo en sucesor suyo a su hijo don García y hallándose presentes los otros hijos y las personas más poderosas del reino…»
A causa de esta rebelión, en el 909, Don García se convirtió en rey de León, García I, llevando a cabo la traslación de la corte desde Oviedo y, según autores, se practicó la discutidísima división del reino en tres partes: León, bajo el cetro de García l, Asturias bajo el de Fruela II y Galicia, bajo el de Ordoño II.
Años más tarde, reinando Bermudo II volvería a adquirir este castillo importancia vitalísima para toda la nación de los leoneses y, quizá, para todos los territorios cristianos del Norte Hispano cuando en el año 987 penetra en nuestro reino al mando de los bravos muslimes el invencible y famoso caudillo Almanzor con la intención de destruír y devastar el país de los cristianos, cosa que no se le dio de todo mal. Se sabe que no pudo ser tomado por Almanzor a finales del s. X y que fue inutilizado por Alfonso IX, junto a otros castillos que habían estado en poder de los castellanos.
El Rey Sabio lo cuenta de esta manera: «En el año noveno deste rey Vermudo, vino otra vez este rey Almanzor a tierra de cristianos et corriola toda la tierra, et llegó fasta Alua, Luna, Gordón et otro castiello Arbolio; etombatiolos Almanzor maspero mon lo priso. Et después de esto el bárbaro tomó Astorga, a un poco destruyó las torres desta e destruyó de fundamento Coyanza que es Valencia e trastornó la iglesia de los SS. Facundo e Primitivo; empero a Alua, e Luna, e Gordón e Arbolio non los tomó ni entró en el Bierzo»
Todo ello lo ratifican los textos de D. Rodrigo y del Tudense, recogiendo – Risco en su obra – una escritura del monasterio de Sahagún en que se describen las brutalidades cometidas por el agareno en nuestro solar legionense.
Tras períodos de paz, es muy probable que esta fortaleza tomase parte en algunas de las guerras bien civiles o bien contra extranjeros que conmovieron nuestro reino, tales como las habidas entre Sancho I y Ordoño IV el Malo o entre Alfonso VI de León y su hermano Sancho de Castilla, sufriendo el paso de los ejércitos aliados de Castilla y Aragón al mando de Alfonso VIII, que invadieron León y tomaron estos castillos en su guerra contra Alfonso IX de León
A principios del siglo XI gobierna el territorio de Alba, conjuntamente con los distritos vecinos, el poderoso conde Froila Muñiz. En 1052, sabemos que el castillo era tenencia de Jimeno Velásquez, al igual que Luna y Gordón, y del conde Ramiro Fróilaz en 1161, cuyo vicario era Adrián Isidoro. El matrimonio de Urraca López de Haro con Fernando II, en 1187, pone en manos de su parentela tanto Alba y Luna como otros alcázares montañeses, de forma que, a la muerte del rey, en el año siguiente, se colocan todos ellos bajo la influencia de Alfonso VIII de Castilla, hasta la firma del Tratado de Tordehumos (1194), por el que éste se los devuelve a su primo Alfonso IX de León. Con tales antecedentes, no es de extrañar que el leonés, a fin de reforzar la población y defensas de la capital del reino, decidiese donar a su concejo la fortaleza de Alba y Cascantes con su alfoz, en el segundo fuero de León, dado en octubre de 1196.
Del castillo de Alba dice Mariano Domínguez Berrueta: «Ya en la Robla, en un alto a la derecha del pueblo, se dibujan las ruinas de una torre y, siguiendo por la carretera que coincide con el viejo camino, se llega al viejísimo pueblo de Puente de Alva, llamado así por el puente que desde antiguo montaba sobre dos cortes de la peña para salvar el río. Pasando el pueblo, pero antes de llegar a Peredílla, allí próximo, a mano izquierda según se va de León, en un pico inaccesible, se ven los restos del Castillo de Alva, del siglo X o fines del IX. Desde allí se dominan por una parte los valles de Gordón y, por otra, los de la Robla y La Vecilla. Es tradición mantenida por Sampiro y D. Pelayo, obispo, y recogida por Risco que Almanzor, el aguerrido destructor de tantas cosas leonesas no pudo arrasar y ni siquiera tomar este castillo que, allá en los cortes de la peña escalonados y tajantes, defienden la fortaleza mejor que todos los inventos del arte de la guerra. Respaldado el castillo por la montaña no precisaba defensa más que por donde subían y acarreaban el agua los moradores del castillo y por ese lado del mediodía construyeron la muralla y profundo foso que es de lo que queda lienzo de mampostería largo y de difícil destrucción.»
Poca cosa sino ese largo y macizo trozo de muro queda del glorioso castillo, allá en su estratégico lugar de ubicación, hoy una más de las peñas carcomidas por las canteras y de él se ocuparon Gómez Moreno y Miguel Bravo realizando este último un curioso plano de la edificación en que se aprecia su forma de irregular rectángulo con dos torretas en su frente. En algunas excavaciones realizadas en esta zona de la fortaleza se hallaron trozos de cerámica similares a los encontrados en Gordón estudiada por Gómez Moreno y José María Luengo en la que destacan pequeños cacharros de cuello estrecho en formas redomas de barro gris muy ordinario y áspero uniforme de color en las fracturas, de 3, 5 y 7 mm de grosor con sencilla decoración consistente en líneas ligeramente incisas bien verticales en torno a la vasija o alternadas con otras horizontales en torno a la misma, asociándose al aproximarse al gollete y alternándose también con incisiones inclinadas amalgamándose en otros recipientes las exornaciones resultando labor más complicada entre incisiones horizontales, verticales e inclinadas divididas con armonía en grupos. Para Gómez Moreno es cerámica bastante antigua. Tiene colores negro, rojo, amarillo y gris y, en general, es tosca, pudiendo proceder según Escobar, de la zona de Alba (Olleros, Sorribos, Llanos) rica como es en barreras y teniendo presentes las resonancias del pueblo de Olleros en lo referente al nombre.
En aquel movido siglo X en que acaba de asentarse la monarquía del Noroeste sobre un territorio más o menos estable, estas tierras leonesas pasan directamente a propiedad del rey, en cierto modo dentro de lo que se dio en llamar el Infantado, incluidas las jurisdicciones de estos castillos habiendo sido trasladada la Corte a León, el Valle del Bernesga, primordial para el mantenimiento de la capital, pasa a vincularse, como “commiso” a ésta gracias a Ordono II al donar a la iglesia legionense «ex meo realengo commiso de Vernisga villas et homines de Calzata currente ad Astoricam usque in Cascantes ab omni integritate» donación ratificada por sucesores suyos y que incluía las villas ya citadas desde atrás, de Valsemana y La Seca y se extendía como se ve por tales donaciones, por toda la margen izquierda del río hasta Trobajo del Camino y, más tarde, hasta Vega de Infanzones.
Las tierras del Bernesga, como otros valles de León, se repoblaron pronto con mozárabes huidos de Al-Andalus. Entre ellos llegaron campesinos y artesanos, pero también monjes que fundaron nuevos cenobios en los valles meridionales de la Cordillera y fomentaron nuevos poblamientos.
Se fue así consolidando el reino, bajo la protección de una tupida red de fortificaciones que actuaban como unidades administrativas, al amparo de señoríos y monasterios.
El territorio del Bernesga se fue estructurando en base a sus dependencias. Así, los pueblos de Arbas dependieron de la abadía de Santa María de Arbas; los de La Tercia y Gordón se integraron respectivamente en los concejos del mismo nombre, un sistema de organización vecinal que establecía, y aún lo hace en parte, las normas que regulaban gran parte de las actividades cotidianas.
Muchas fueron las familias hidalgas que, a lo largo de los siglos, asentaron sus heredades junto al Bernesga. Sus numerosos blasones jalonan todavía las fachadas de casonas y palacios en todo el valle.
En Camplongo de Arbas, de las tres casas solariegas existentes, sobresale la de los González Rabanal, uno de cuyos miembros más destacados llegó a ser prior de San Marcos de León. En Casares de Arbas, una fachada luce las armas de los González Rodríguez. En las localidades de Alba, blasones y escudos adornan varias portadas: la casa de los Álvarez de Alba en Sorribos; en Llanos la de los Álvarez Alfonso de Caldas y la de los Arias Argüello; en Alcedo la de los poderosos Quiñones, que fueron también condes de Luna.
Cascantes venía disfrutando antes del siglo XIII de alfoz propio y propia jurisdicción entre el Commiso de Vernesga y el Alfoz de Alba, centrado por su castillo.
Más en 1219, el rey leonés Alfonso IX dona a la ciudad de León todo su realengo en los mencionados territorios: «& pro-Alfoz, & Albam & Vernesgam cum suis directuris & pertinentiis suis» donación ratificada por su sucesor e hijo Fernando III en el año 1260: «Et dono vobis Vernescam, Alvam & Cascantes cum toto suo realengo & cum tata voce regia» y otros descendientes suyos como Sancho IV, que lo hace en 1286 (7 de octubre) con su mujer Doña María, en León a raíz de la contienda habida entre la ciudad leonesa y Don Ramiro y otros por el derecho a la Martiniega en Ardón y los demás lugares, confirmando el monarca como el Castillo de Alva y Cascantes con su alfoz eran de León); o Alfonso XI en 1320, quien da al concejo y alcaldes de id capital «Alfoze Alua cum totis aliis alfocis quos vobis dedi» época en que, a juzgar por los documentos vistos desde Sancho IV, Cascantes debía ya entenderse como integrante de Alba.
Carecemos de referencias documentales directas que nos confirmen si sobrevivió o si, por el contrario, corrió la misma suerte que sus vecinos de Gordón y Argüello, destruidos por Alfonso IX en 1212, para evitar su uso por el enemigo contra la capital del reino. En cualquier caso, Por razones que desconocemos (quizá debido a su cercanía a León y a la lejanía de los conflictos bélicos habidos por los reyes leoneses contra el Islam o contra Castilla) el castillo de Alba deja de tener importancia y acabó por arruinarse, al tiempo que su alfoz se disolvía repartido entre Gordón, Bernesga y algunos señoríos monacales. Aunque el territorio de Alba pervive dentro de la jurisdicción leonesa, conservando sus propios merinos, que se mencionan en 1274 y 1275, de la fortaleza nada más sabemos,
Posteriormente el Alfoz de Alva, perdida en parte su capacidad de regirse «perse», parece irse desmoronando lentamente, penetrando el vecino concejo Gordonés por la Devesa y Olleros a la luz de algunos documentos aunque de forma no definitiva e irregular mientras van aumentando las propiedades de la Iglesia y la Nobleza.
El Concejo de Alba no parece definirse definitivamente, hasta el siglo XVI en que son fijadas bajo Felipe II, la mayoría de las jurisdicciones de la Corona, pasando a integrarse por los lugares de Valsemana, La Seca, Cascantes, La Robla, Llanos, Sorribos y Alcedo. Olleros queda como lugar de jurisdicción propia aunque vinculado a Alba y, en otras cosas, a Gordón sin perder su autonomía y Puente de Alba se integra en el Concejo de Gordón, que abarcaba los lugares de Peredilla, Nocedo, Llombera, Pola, Vega, Sta. Lucía, Barrios, Beberino, Cabornera, Buiza y Geras, quedando fuera las villas de Huergas, El Millar, Folledo y Villasempliz, que de antiguo eran de propia jurisdicción, sin nada que ver con Gordón; nombrando corregidor el Conde de Luna en este Concejo. La Vid, Ciñera eran del de VEGACERVERA.
Los merinos y demás cargos del Concejo de Alba eran elegidos desde siempre por el propio concejo para luego, por ser desde el siglo XIII como vimos, parte de la jurisdicción de León, ser ratificados y admitidos por el Ayuntamiento de León donde se les daba la vara de mando, siendo ilustrativa un documento del siglo XVI, año 1.569, en que se ve la forma de elección de dichos cargos: «En el lugar de La Robla que es en el Cº de Alba sábado primero día del mes de enero año del Sor de mil e qtos e sesenta y nuebe años estando juntos los Vos. del dicho Cº a son de campana tañida como tienen de uso y costumbre para las cosas tocantes al serbicio de dios nro Sor. y al vien de la República aº (Antonio) de la Real (o Kal o Rac) merino de dicho Cº en presencia del dicho Cº sacó su caperuza y dijo Señores ya sabeis como somos juntados para nombrar merino y alcaldes de la ermandad en este Cº y ansí modo (mando?) que se aparten dos hombres de cada pueblo, de Valsemana a Pedro Rodríguez y a Francº Rodríguez y de la seca juan aº (Antonio) y bze (Vicente?) Gª (García) y de Cascantes sancho garcía y juan Rodríguez y de La Robla antonio garcía y de llanos vicente de gordón y luis garcia de la ceRada y de sorribos juan súarez y vicente alvarez los cuales estando apartados estando juntos nombraron a Suero diez de la baRosa vecino de la Robla por merino del dicho Cº y en presencia de todos los vecinos de dieron la bara y el la recibió en nombre de la m (mano) real e dijo e pidio a mi el infrascrito escribano se lo diese por testimonio Et en su pedimento le di este firmado de mi nombre e sinado de mi sino, siendo presentes por ts (testigos) pedro foran vecino de la puente dalva e juan albarez e juan prieto vecino de Rabanal E di fe anora a los tºb y apartados e por ende fize aquí este mi sino ques a tal en testimonio de verdad. Suero de llanos ne app» .
Los merinos (*) de Alba eran elegidos en el «Membrillar» en La Robla, centro y capital del Concejo y, entre otros, lo fueron Blas de Rabanal, en 1659, y en 1658 Bartolomé de Gordón, de LLanos este y el anterior de La Robla, siendo este año alcaldes de la Hermandad Joan Alvarez, de la Seca y de los Hijosdalgos Vicente Rabanal, de Cascantes y procurador del Concejo, Bartolomé García, en 1660 lo sería Joan Costilla, de La Robla.
(*) El merino era un cargo administrativo existente en las Coronas de Castilla y de Aragón y en los reinos de Navarra y de Portugal durante las edades Media y Moderna. … El merino era la figura encargada de resolver conflictos en sus territorios, cumpliendo funciones que en la actualidad son asignadas a los jueces
Alcábalas…., impuestos
Ejido…., tierra comunal
La costumbre de que diese la vara al merino el Ayuntamiento de León, que menciona Francisco de Quiñones y Guzmán, fue causa de no pocos problemas entre los de Alba y los de León, al negarse los primeros a ello y rechazar aquel privilegio de la ciudad, no queriendo prestar juramento ni recibir la vara de justicia los merinos Blas de Rabanal y Bartolomé de Gordón, por lo que procediese a multar a vecinos de los pueblos de Alva y a dichos merinos por todo ello, viéndose así el reivindicativo carácter de todos estos.
Nuestro concejo continua de esta forma hasta que en el pasado siglo, tras las últimas remodelaciones territoriales y administrativas de 1833, se crea el Ayuntamiento de La Robla, reintegrándose en Alba Olleros y Puente y separándose de ella La Seca, Cascantes y Valsemana (Estos tres pasan al Ayuntamiento de Cuadros, 1835), y agrupándose con los otros pueblos del municipio roblano el Valle de Fenar.
ALGUNOS CARGOS COCEJILES OSTENTADOS POR VECINOS DE CASCANTES
1658.-Bartolomé de Gordón, de Llanos, merino; alcalde de la Hermandad, Juan Alvarez, de La Seca, y de los Hijosdalgos Vicente de Rabanal, de Cascantes; y procurador del Concejo Bartolomé García.
(1785.-Antonio Ravanal, de Cascantes, merino)
No hemos de olvidarnos de los representantes de los territorios de Alba, Gordón y Argüello en el Concilio de Oviedo del 1115: «EX TERRITORIIS ARBOLIO, GORDONAE & ALVA: Pelgius Munionis, Fernandus Guterrii, Gundisalvus alvari, Joannes Citi, Alvarus Citi, Fernandus Citi, Petrus Julianiu
Por la primera vez toman parte activa en el Concilio, juntamente con el clero y la nobleza, los hombres del estado llano, y no como testigos mudos, sino para confirmar los decretos conciliares, y corroborarlos mediante un público y solemne juramento. No el decir que el estado llano hubiese en esta ocasión adquirido el derecho de entrar en las Cortes del Reino, pero sí que llamaba a la puerta reservada a las clases superiores y privilegiadas. No hubo en el Concilio de León de 1115 verdadera representación popular, bien que haya asistido el pueblo de Asturias distribuido en territorios o comarcas, o por lo menos se hubiese contado con los principales moradores de las villas y lugares del Reino para firmar las actas
Algunos miembros de esa clase social tan pujante de los Infanzones, llegaron a dominar los lugares de La Seca y Valsemana, al Norte del Commiso y en siglo XI fueron seriamente advertidos por el obispo leonés Pedro, quien reclamaba la porpiedad de las villas del Bernesga, provocando la alteración de aquellos que dijeron ser suyas como herencia de sus antepasados lo que motiva a instancias del obispado la intervención real, decretando Alfonso VI que todo aquel valle era jurisdicción de la Iglesia Legionense, lo que finalmente fue admitido por los Infanzones aunque seguida de otras alteraciones como la acaecida en 1115 a causa de la propiedad del Monasterio de San Tirso en Valdecastro, enfadándose tanto los infanzones contra el obispo Diego que desmantelaron todo el dicho monasterio.
Entre los infanzones aparece un tal Martinus Citiz de ILLA SICCA, con lo que parece que este era en 1093 el señor que dominaba este lugar comarcano. En ese año se les exige devuelvan al obispado, entre otros lugares, el de Valsemana (Valsetimana) por completo.
Más adelante, hacia el siglo XIII, aparecen otros nobles linajes radicados en la comarca, como es el caso de los Gordón, que nada tienen que ver con los homónimos vasco y escocés, oriundos del vecino concejo.
María González de Gordón, fué abadesa de San Pelayo y donó a aquel monasterio propiedades en Celada, Crespín, Olleros y otros lugares, como hemos visto, apareciendo luego miembros de apellido, bien como Suárez de Gordón o bien como González de Gordón en arriendos de dichas propiedades o en otros numerosos documentos en los siguientes siglos de nuestra Historia.
También desde esa época se ven los Pérez de Quiñones a los que, en el siglo XIV, Juan II daría el Señorío de Alcedo. Fué el primero del título don Arés Pérez de Quiñones, hijo de Pedro Álvarez de Quiñones y de Leonor Ponce de León, hermano por tanto del primer señor de Luna, Suer Pérez de Quiñones. Le sucedió Suer Pérez de Quiñones, hijo de aquel y de Leonor López, casado con Mencia Alonso Valdés, al que sustituyó en el titulo Velasco Pérez de Quiñones, casado con María González de LLanos, hija de otro noble comarcano, el contador Mayor del rey Juan II Alfonso González de LLanos, oriundo probablemente del lugar que tomó por apellido
El título de Alcedo parece se restringía a la casa solar de la familia y sus propiedades, con algunos foros que cobraban estos contra varios vecinos de Alcedo, La Robla, LLanos y Sorribos, pués en Olleros se pagaban las alcábalas al Conde de Luna (347 reales) y un foro al mismo (25 reales), teniendo aquel heredades en el lugar.
Tenía también la presentación de los beneficios curados de Alcedo, La Robla y Crespín y las Ventas de Alcedo y su molino, siendo su palacio «casa con habitación alta y baja que en la alta tiene seis cuartos, por lo bajo panera y horno, cocina y un pedazo de corral. Tiene frente dicha casa de largo 60 pies; en fondo 40; de alto, 20. Linda por el Oriente que es donde tiene la puerta principal, Calle Real; Mediodía casa de Juan de La Flecha, Poniente y Norte ejido. Baldría en renta casa y corral 50 reales». Figura Alcedo como de realengo y pagaba cada año al rey por las alcábalas 117 reales
El señorío de la Casa de Alcedo fue otorgado por el rey Juan I en 1388 a Arés Pérez de Quiñones, hermano del primer Conde de Luna, e hijo de Pedro Alvarez de Quiñones, La autoridad de esta familia sobre Alcedo y La Robla fue causa de polémicas y pleitos, los cuales no faltaron tampoco en el caso de sus supuestas posesiones de Riazo (¿Valle de Vegacervera? Coladilla, Crespín, y otras quizá usurpadas a los conventos de San Pelayo de Oviedo y Stª María de Carbajal.
El 27 de abril de 1501, los Reyes Católicos piden información al bachiller Alonso Méndez Salazar sobre las quejas de los vecinos de Orzonaga hicieron por los agravios recibidos de Ferrando (Hernando) de Vallecillo, su mujer y otros vecinos de Villardefrades, apoyándose en una casa fuerte que los dos primeros poseían en Alcedo, la cual habían fortificado de torres, barreras y baluartes de cal y canto, sirviendo éstos de refugio a malhechores y fugitivos; siendo Alcedo de la corona y de la jurisdicción de León, y careciendo Vallecillo y su esposa de licencia para tales obras. La orden se repite el 28 de septiembre de ese mismo año.
De la vieja casona aún hoy se conserva parte, en el pago denominado «EI Palacio», de la cual dice el Catastro de Ensenada: “ .. Consta de habitación alta y baxa que en la alta tiene seis cuartos y por lo baxo panera y horno, cocina y un pedazo de corraI…”